POEMA LXXIX.
Verbalmente milagroso
El poema denso y terso;
Milagro Toledo inmerso
En su nocturno reposo.
Milagro la solitaria
Música, exenta, una y varia.
Y este río de ventura
Que desde la luna fluye
Y henchidoramente afluye
Al gozo de mi clausura.
POEMA LXXX
Amor que se olvida, no
Puede ir a lugar alguno,
Porque es eterno y es uno
Amor que una vez nació.
Jamás amó tal varón
Que dijo de Amor y Olvido;
Para el varón entendido
Es pura contradicción.
Fantasma fue solamente
Fuego de amor, ya apagado.
Amor no tiene pasado
Porque es eterno presente.
POEMA LXXXI.
Mañana ha de ser fiesta
para mí el día entero;
como si fuera noche,
solitaria en Toledo.
No veré a nadie, nadie
sabrá de mí. El teléfono
no sonará por mí.
Soledad y silencio.
Lo mismo que en la noche
no mediré el tiempo
por horas de relojes
o citas de un enfermo.
Y no diré a tal hora
tal faena comienzo;
Tres poemas, después, diré tan sólo,
o cuatro pensamientos
más tarde… por un día
mío será mi tiempo.
Y cuando a casa vuelva
la noche, acaso celos
sienta por vez primera
al verme así sereno,
casi sin esperarla,
sin ansias del encuentro…
POEMA LXXXII.
Presencia personal, que mi intelecto
En nocturna vigilia, amante impulsa;
Con invisible luz, cómo iluminas!
Con inaudible son, cómo me arrullas!
POEMA LXXXIII.
Alma adentro me chorrea
la intimidad de la noche;
Ideal es su semilla,
Espiritual es su toque;
De pensamientos me empreña
Y de misteriosas voces;
Mis entrañas de varón
Modelan hijos enormes.
A la noche los confío,
Ignotos para los hombres.
POEMA LXXXIV.
Noche amiga, que en torno a mí destierra
Las bajas inquietudes con que asedia
El día mi vivir. Noche serena,
Toda pura armonía, dentro y fuera.
Medida dentro; de orden en pobreza.
Mi sola posesión, la biblioteca
De voces misteriosas me rodea.
Abierto el libro en la paterna mesa
Sueños enormes díceme Basterra;
Sabio y poeta Eliot me contempla;
Prokophieff que me ignora, me deleita;
María maternal todo me eleva
En su Asunción que Domenico viera;
Toledo tras de la ventana abierta
El alma del pretérito me alienta;
El firmamento con su voz de estrellas
La gloria canta, del Señor, eterna;
Con aromas de rosas y de adelfas
El jardín mi pasado me recuerda.
Bien está el mundo; bien la vida entera.
Gozosa soledad. Las tres y media.
POEMA LXXXV
Presencia personal, casi palpable,
Oh noche, cómo me acompañas!
Tu invisible mirada, cómo alumbra,
Tu palabra inaudible, cómo inflama!
POEMA LXXXVI
Se torna la noche oscura
en lid con el cuerpo enfermo;
sufre el intelecto yermo
bajo la carnal tortura.
Oh silenciosa amargura!
Ya no la noche acompasan
lúcidos ritmos mentales.
Con gemidos animales
mido las horas que pasan.
marzo 1971
POEMA LXXXVII
Y esta física tortura
que cual niebla densa y dura
ciega la nocturna luz
y hace un camino de cruz
la marcha hacia la hermosura!
noche‑marzo 1971
POEMA LXXXVIII.
Para todos el día,
Y para mí la noche.
Porque ella me descubre
Con su discreto toque
La esencia luminosa
de Dios. El día pone
Claridad ajustada
A los ojos del hombre.
Limitados objetos
Con sus falsos colores,
Y múltiples quehaceres
Que con fingidas voces
Tironean el alma
Hacia oscuros rincones
La ciegan y ensordecen
A la verdad enorme.
La noche es la luz única
Sin múltiples visiones,
Palabra silenciosa
Sin variedad de voces;
Que en la Verdad Amante
El alma entera absorbe.
POEMA LXXXIX.
Oh negra frente de sombras,
Preñada de creaciones
Vastísimas, que se ofrecen
A mis labios amadores!
Frescura nunca gustada,
Novedad sin mutaciones,
Pura promesa infinita,
Símbolo mudo, sin bordes,
Río eterno, sin orillas,
Agua invisible que corre
De lo ignoto hacia lo ignoto;
Llama sin titilaciones,
Deslumbrante, abrasadora,
Erecta, gozosa, inmóvil.
Única palabra exacta
Sin adjetivos ni voces;
Substancial y silenciosa;
Pacífico sueño insomne,
Larga, fecunda, intangible
caricia sin convulsiones,
Delectación sin hastío,
Secreta unión sin rumores…
Día tras día, al crepúsculo
Se me aproxima la noche…