POEMA XXXII.
Señor, que los amas tanto
Que has muerto en la cruz por ellos.
Sálvalos, Señor, Tú solo,
Yo soy malo y los condeno!
No me pidas que te ayude,
Que están mis brazos enfermos,
Que está ronca mi garganta
Y mis ojos están ciegos.
Que asfixian el alma mía
Los ardores del infierno
De los hombres que podía
‑Y no quise‑ alzar al cielo.
Sálvalos entre tus brazos
Fuertes de amoroso celo;
No cargues sobre mis hombros
De su dicha eterna el peso!
Sálvalos solo, que yo,
Soy débil y me doblego.
POEMA XXXIII.
Cerrad por Dios, vuestros labios,
Si nunca podréis decirlo!
Que no manchéis a lo menos
Mi blanco sueño infinito.
Ni luna, ni flor, ni estrellas,
Ni las acacias, ni el río,
Ni el rumor dulcisonante
De vuestros labios amigos…
Palabras, sólo palabras,
Sonidos, vanos sonidos…
Dejadme solo en la noche
A solas conmigo mismo
Con los Tres ‑Los Tres‑ El solo
Que viven ‑Amor‑ conmigo.
No profanéis mi silencio
Que habla dentro el Infinito.
Cerrad, por Dios, vuestros labios,
Si nunca podréis decirlo!
POEMA XXXIV.
Esta noche que soplan los vientos
Asomado a la abierta ventana,
He apretado a la noche en mis brazos,
Como a tímida niña asustada.
Escapaba del viento silbante
Que azotaba feroz sus espaldas.
Esta noche sin luna ni estrellas
Me traía tu alma lejana,
Tantas veces sin luz de consuelo
Por angustia cruel azotada.
Y estrechando la noche en mis brazos,
Asomado a la abierta ventana,
He besado temblando en el aire,
Cual si hubiera besado tu alma.
POEMA XXXV.
En el árido campo desierto
Una flor ha brotado a la vida;
Sin follaje que abrigue sus pétalos,
Bajo el fuego del sol se marchita.
Cómo lloran mis ojos al verte,
Blanca flor en el campo caída,
Blancas gracias que en yermos espíritus
Del infierno los fuegos calcinan!
POEMA XXXVI
Noche oscura, noche fría,
Noche de angustioso llanto.
Llama el viento a mi ventana,
Yo pensativo le abro.
El viento se entra en mi pieza
Ebrio de aromas lejanos,
Aromas agrios, aromas
De sangre, vino y abrazos.
En mi alcoba Cristo tiene
Color de sangre el costado.
Fuera la ciudad dormida
Duerme sueños, grita sueños,
Perversos sueños de escándalo.
Yo miro mis ojos secos,
Miro mis inertes brazos…
Ay, quien me diera otros ojos,
Ay quien me diera otras manos!
Al son de rudos azotes
Subiera hasta Dios mi llanto,
Perdón por los pecadores,
Por Sus honras desagravio,
Hasta teñir mis espaldas
Del color de su costado!
POEMA XXXVII.
Hoy no quiero pensar que mi camino
Perfumarán los lirios y las rosas,
Caldearán caricias amorosas
Y alumbrará la luz del sol divino.
Hoy no quiero pensar que mis dolores
Tendrán unción de celestial consuelo
Y se abrirán gozosos en el cielo.
Hoy busco las espinas, no las flores.
Ya no busco intereses de mi alma,
Ni atiendo ya si la gloriosa palma
Halaga la dureza del madero.
Por tu dicha, Señor, no por la mía,
Por consolar tu bárbara agonía,
Hablar de cruz a cruz contigo quiero.
POEMA XXXVIII.
Vino Dios un día al alma
Y plantó en ella su tienda.
Trabaja allí noche y día,
Nunca quiere salir de ella.
El alma, día tras día,
De sí misma sale fuera,
Feria de las vanidades
A feriarse bagatelas.
Corre y salta como un niño
En mil afanes y empresas,
‑Mariposas infantiles
Que antes de cazadas vuelan‑
Allá en el fondo, amorosa
La Verdad divina espera.
Torna a la noche, rendida,
En brazos de Dios se acuesta
Y oye el cántico de amores
Con que el Señor la requiebra.
Y otra vez a la mañana
Al campo salta ligera.
Canta amorosas canciones
de amores de barro y piedra,
Amores que se deshacen,
Amores que no contestan…
Y allá en el fondo, temblando,
El Amor divino espera…
Historia de tantas vidas,
Quien remediarte pudiera!
Una oración por las almas
Que viven sordas y ciegas.
Una oración y unas lágrimas,
Como esas lágrimas densas
Que a veces brotan, caídas
De la divina tristeza.
POEMA XXXIX
El alma está en amargura.
Hoy el mundo está de fiesta
Y el alma está en amargura.
No me pidáis regocijos
En mi noche negra y cruda.
No me digáis de consuelos
Mezquinos de criaturas.
)Flores? En mi huerto hay rosas
Que la morada perfuman.
)Canciones? Los ruiseñores
En las ramas se columpian.
)Amistad? Labios amigos
Sus cariños me susurran.
Balbuceos infantiles
Sonoros de risas puras,
Y días de sol brillantes,
Y noches blancas de luna.
Lo tengo todo, y no tengo
Nada para esta tortura.
Nada vale el mundo entero
Contra el dolor que me apura.
Dios se ha dormido en el alma
Y el alma está en amargura.
POEMA XL.
En las noches estivas de luna,
Asomado a la abierta ventana,
Recordando los días antiguos
Se me llenan los ojos de lágrimas.
Es la misma ventana de entonces,
De infantiles ensueños poblada,
Con la misma ternura de luna,
Con los mismos halagos de acacias.
Y levanto la vista y contemplo
De mi vida la historia lejana
Como el huerto aromado de flores
Perfumada de amores y gracias.
Y no lloro dolores de culpas,
En tu seno paterno arrojadas;
Llanto lloro de suave ternura,
Porque sé que eres Bueno y me amas.
Porque veo tu amor hecho carne,
La locura de un Jueves de Pascua,
La locura de un cuerpo rasgado
En la cruz por mi amor levantada.
Y por eso en las noches de luna,
Asomado a la vieja ventana,
Recordando los días antiguos
Se me llenan los ojos de lágrimas.
POEMA XLI.
Ilusiones de Dios! Siglo tras siglo
Modelaba paciente su regalo,
Fortaleza y adorno
Del hijo bienamado.
Y silenciosamente
Lo puso en mi regazo.
Y se quedó mirándome, mirándome
Por gozarse en mi gozo desbordado.
Ciegos de fe, mis ojos
No conocieron la paterna mano,
Escupieron mis labios maldiciones,
Estrellé contra el suelo su regalo.
Helóse la sonrisa
De los divinos labios.
Historia de mi vida,
Divinos desengaños!
Sangre de Cristo en el sombrío huerto,
Del Dios eterno misterioso llanto!
POEMA XLII.
Era ante mí su adolescencia herida,
Ronca la voz, ensombrecido el gesto,
Torrente, mi palabra, quebrantado
Contra la dura roca de su empeño.
)Qué más podría hacer? Llanto en los ojos
Gritaba en el silencio:
*Si Tú quieres, Señor, todo lo puedes,
Yo, Señor, nada puedo+.
Clamaba a Dios; su roca inquebrantable
Decía la tristeza del misterio.
)Qué más podría hacer? Sobre las losas
Chirrió el sillón, sonaron pasos lentos…
Le vi partir. Mi corazón lloraba,
Al pie del Crucifijo, sin consuelo.
POEMA XLIII.
Tú que vives de fe, porque eres justo,
No precisas amores de la tierra,
No palabras, ni besos, ni sonrisas,
Ni manos que acaricien tu tristeza.
Tú contemplas alegre Su sonrisa
En las olas, las flores, las estrellas;
Escuchas su palabra omniamorosa
En el rumor de la naturaleza
Y sientes Sus caricias en la brisa,
La fresca brisa que tu rostro besa.
POEMA XLIV.
Eran muchos años de vanos esfuerzos;
Se abrasaba el alma de ardiente impaciencia,
Queriendo ser rica, queriendo ser blanca,
Queriendo ser libre, queriendo ser reina…
Eran tantos años de lucha afanosa…
Como en las cucañas de infantiles fiestas
‑Sudor en la frente, resuello anhelante,
Una, diez, cien veces, el muchacho trepa
Y una, diez, cien veces, largos resbalones,
En un solo instante golpea la tierra
Y, nublados ojos, contempla la altura.
Desde abajo vista, qué alta está la presa!‑
Así el alma mía, tras de sus virtudes…
Y el alma lloraba desde su miseria!
Imágenes trágicas de su desaliento
El árbol estéril de historia evangélica:
Un año de plazo, si no fructifica
El hacha lo tala, se abrasa en la hoguera…
Como el hijo pródigo que huyó de la casa
Y vuelve arrastrando la hundida soberbia,
Y cae a las plantas del Padre amoroso
Que tierno dispone gozoso la fiesta…
Pero en tanto el Padre la cena prepara
Otra vez el hijo se huye a su quimera!
Penetró mil veces en el ancho patio,
Mas no subió nunca la regia escalera.
Dolientes figuras de su pobre vida.
El alma lloraba sobre su miseria.
Llegan a su oído voces de esperanza:
Sube a la colina; las manos abiertas,
El amor vacía sus repletas arcas.
Y el alma corría, corría ligera…
POEMA XLV.
Hoy, dicen, es día de grandes mercedes.
Postrada a sus plantas pediré clemencia;
Hoy tal vez, al riego de la sangre ardiente,
Dé frutos de vida la estéril higuera;
Tal vez hoy me adentre por la abierta llaga;
Tal vez del Pan vivo me siente a la cena…
Y llegó a la cumbre: dos palos cruzados
Y allí palpitante la carne sangrienta,
Los ojos reflejan horror infinito,
El pecho en angustias mortales jadea…
Y el alma llorando
Tomó la sagrada cabeza;
Le quita amorosa las rudas espinas,
Las heridas besa
Y en tanto con lágrimas los manchones lava
De la sangre seca.
No llores, le dice, porque tus amigos
Huyeron cobardes, que en la tierra entera
Por los siglos todos, legiones de mártires
Tendrás a la muerte y al tormento prestas,
No llores, le dice, por vana tu muerte,
Oye la alabanza, si oyes la blasfemia,
Si los siete vicios el sol oscurecen
Las siete virtudes encienden estrellas;
Sobre las antorchas del mal humeantes,
Su arco deslumbrante levanta tu Iglesia…
Mira la pureza de la Virgen Santa,
Ella sola vale la pasión entera…
Decía en sollozos palabras, palabras,
Ya no sé deciros si sabias o necias.
Mas sé que de Cristo brilló la mirada
Sobre el frío oscuro de su cara yerta
Y sé que en sus labios, hinchados, resecos,
Se abrió una sonrisa, doliente, serena…
Bajé del Calvario sin decirle nada
De aquella miseria.
Era tan terrible lo que había visto
Que apenas yo mismo me acordaba de ella.
Andaba callado, despacio, encorvado
Debajo la imagen de aquella tragedia.
Arriba en el cielo, el sol, apagado,
El mundo enlutaba de densas tinieblas.
Rugían en torno clamores inmensos,
Debajo mis plantas temblaba la tierra…
Lloraban los mundos las penas de Cristo,
Y el alma lloraba de Cristo las penas…
POEMA XLVI
Alma triste, alma de llanto,
Así te ha querido Dios…
Almas tiene que le canten
En la gloria del Tabor;
Almas quiere que sollocen
Del Calvario en el dolor.
Lágrimas tuyas, )qué importan
Si consuelan al Señor?
Si acompañan tus gemidos
Los quebrantos de su voz…
Llora, gime, clama, sangra,
Consuela su corazón.
Alma triste, alma de llanto,
Alma de crucifixión…
POEMA XLVII.
En silenciosa soledad de plata
Era del río la canción de espuma,
Era en el cielo azul, iluminando
Nuestra fraterna intimidad, la luna.
Era la brisa beso en nuestras frentes
Y arrullo del pinar en la espesura.
Era el fuego de Cristo en nuestras almas
Más ardiente que nunca.
Los corazones eran más hermanos
Y las almas más puras.
POEMA XLVIII.
Siempre dolorida y siempre
Abierto el labio al gemido,
Auscultando las tinieblas
Resonantes de tu espíritu.
Miras noche, negra noche,
Sin otras luces que el brillo
Sangriento de los relámpagos
De tus horribles delirios.
Miras tierra, negra tierra
Tu fresco huerto marchito…
Pájaro solo en la copa,
Alas rotas, tristes trinos,
Alma solitaria y muda,
Sin canciones, sin amigos…
Oye mis canciones, oye
Resonancias de infinito
Alza tus ojos al cielo,
Sueña misterios divinos.
Si vive el Padre en tu alma,
Si nace en la cueva el Niño,
Si muere Cristo en el monte,
Si está abierto el Paraíso…
POEMA XLIX.
Como buscaba loco tu mensaje,
Vivaz el ojo y el oído atento!
Quería oír tu voz en las estrellas,
En el mar, en el viento,
En los cándidos lirios, en las rosas,
Las bienamadas del florido huerto,
En las voces amigas, que en susurro
cantaban tus misterios…
Se me perdía todo,
Inasible a mi esfuerzo.
Quieto quedó y cansado
El pobre pensamiento.
En el silencio de la tarde,
Silenciosa tu voz me hablaba dentro.
POEMA L.
)Qué le importan al alma vanidades
Que quieren ofrecer a su contento
Si anclado tiene ya su pensamiento
En la sola verdad de las verdades?
No le aterran furiosas tempestades
En el mar interior del sentimiento,
Ni teme ya si en huracán violento
La sacuden ajenas mezquindades.
No importa que en redor el mundo ruja,
No importa que la frágil barca cruja,
Ni que duerma el Señor sueño profundo.
En la fe sostenida el alma espera,
Un día, no sé cuando, cuando El quiera,
La voz me salvará que vence al mundo.
POEMA LI.
El Rey de los siglos empuña su espada,
Con ella en las manos galopa violento,
Cual viento que sopla por la encrucijada,
Cómo sopla el viento…
El Rey de los siglos de gloria se viste.
*A la tierra entera dictaré mi ley+.
)Quién de sus legiones el choque resiste?
El Rey de la gloria. Su nombre es: *El Rey+.
La regia trompeta los héroes convida
A sacra cruzada que el mundo liberte;
Guerra en que los siervos gozarán la vida
Y el Rey de los reyes sufrirá la muerte.
*Salud de los pobres. Desprecio. Pobreza+.
Al roce del viento canta su pendón.
Bandera que anuncia nueva realeza,
Donde en campo blanco sangra un corazón.
Oí su llamada, juré su bandera,
Lloré sus derrotas, gocé su alegría,
Borracha de riñas, de gloria guerrera,
Soñé la victoria final, cuando un día…
*Escucha hija, y mira: si ayer amazona
El casco ceñiste, vestiste armadura,
Hoy viste de seda, tu frente corona,
Que el Rey de los siglos amó tu hermosura.
Olvida el palacio, la casa paterna,
Pretéritos gozos, y oye mi verdad;
Por su amor caduco, mi pasión eterna
Te abrirá su arcano en la soledad.
Déjale a otras manos el puñal sangriento,
El pesado escudo, el gesto violento,
La espada, la lanza, que en férreos excesos
La carne traspasa, quebranta los huesos.
De tus manos pido caricias, terneza,
Corona de flores para mi cabeza,
Ojos vigilantes, corazón despierto
Para la sangrienta soledad del huerto.
Cabalga a mi lado, y en mi potro mismo,
Dime tus amores, tu mano en la mía,
Que de mis pesares en el negro abismo
Sean tus palabras llamas de alegría…
Cabalga a mi grupa. )Por qué te detienes?
La dura jornada gloriosa se torna;
Mañana en mi triunfo ceñirá tus sienes
La corona misma que mis sienes orna.
Si el dolor te rinde, sobre mi caballo
En mi firme pecho tranquila reposa.
No en mis escuadrones llamarte vasallo,
Quiero entre mis brazos saludarte esposa+.
Tal la voz divina resonó en mi oído;
Yo sentí mi pobre corazón herido.
Dejaré cariños, que la mente halagan?
Callaré mi grito de guerra sonoro?
Sufriré que vientos divinos deshagan
Placenteras nubes de mis sueños de oro?
Inefablemente su palabra me urge:
*Ven, paloma mía; surge, amiga, surge+.
Oh voz poderosa, que encadena al diablo,
Tal vez temblorosa de amorosa pena;
Hórrida tormenta si derriba a Pablo,
Brisa refrescante si alza a Magdalena!
Hundióse ya el férreo torrente guerrero,
Apenas diviso la blanca bandera,
Sofrenando el potro, firme en el sendero,
El Rey de los siglos, me espera, me espera…
Luz es su mirada que alumbra mi duda,
Fiesta su palabra que alegra mi pena;
De sus armaduras mi alma se desnuda,
Vístese de mirtos, rosas y azucenas.
Dejaré cariños que la mente halagan;
Callaré mi grito de guerra sonoro;
Sufriré que vientos divinos deshagan
Placenteras nubes de mis sueños de oro…
El Rey de los siglos, galopa, galopa,
Cabalga a su grupa, gozoso, mi amor.
Y en el férreo estruendo triunfal de la tropa
Aún vibra mi grito: “Voy, Emperador!”.
POEMA LII.
Cuántas veces, Señor, en tu presencia,
Hincados en la tierra los hinojos,
He creído que al fin iban mis ojos
Las culpas a llorar de mi existencia.
O a pregonar mis labios tu clemencia
Que sufre mis desvíos sin enojos,
Y de tus llagas con los gritos rojos
Día y noche me llama a penitencia.
Mas en silencio el alma se recoge,
El pasmo de tu amor la sobrecoge
La historia al recordar de tus ternuras;
Ni canto gracias, ni lamento agravios,
Que apenas pueden murmurar mis labios:
*)Qué tengo yo, que mi amistad procuras?+.
POEMA LIII.
Pasas herido, encorvado,
La cruz sobre el hombro pesa,
Duro leño, viva llaga,
Hiriente y larga la senda.
Hay sollozos mujeriles,
Compasión miedosa y tierna
Para tu cuerpo rasgado,
Para tu muerte y tu afrenta.
No hay quien de tu Corazón
El divino amor comprenda.
Compasión, gemido débil;
Crueldad, injuria recia.
Yo, siervo inútil, te veo,
Cruzar la terrible senda.
Quiero consolarte, quiero
Limpiar de tu faz la pena
Secar del cuerpo los odios
Refrescar las fauces secas.
Quiero consolar dolores
Que los hombres no consuelan,
Quiero entenderte y no puedo,
Tú eres cielo, yo soy tierra.
Y te veo, cruz al hombro,
‑Como en tu dolor te alejas.‑
Lejos, hundirte en tu pena…
POEMA LIV.
El habita regiones luminosas,
Mansiones celestiales,
Donde su vida eterna
Resplandece inmutable.
Y nosotros vivimos en la sombra
La vida deleznable
Y un día como tantos
Devoran los gusanos nuestra carne.
Y Dios amó la nada,
Enloqueció de amor de nuestros males.
Y un día como tantos, bajo tierra
De Cristo el Cuerpo desgarrado yace.
POEMA LV.
Hambriento estoy, hambriento de tu cuerpo
sediento de tu sangre.
Yo, pecador de todos los pecados,
Saturado de todos los manjares
Vagabundo de todas las campiñas
De las siete ciudades capitales
Yo, que peleo y sufro cada hora
De este cuerpo de muerte los combates,
Yo quiero devorar rabiosamente
La paz inmaculada de tu carne.
Hundir quiero mis labios,
Estos labios blasfemos y sensuales
En la sangre serena
Que mis entrañas lave.
Harto de la cordura
De tus soldados y tus capitanes
De tus fieles amigos, tan prudentes
Tan dulces, tan honrados… tan cobardes
Hambriento estoy (oh Cristo! de heroísmo
Hambriento de tu carne.
No la plácida carne adormecida
En las cruces de oro y de diamantes,
Sino el pingajo humano, de salivas
De golpes y de llagas repugnantes
En el monte Calvario, nauseabundo
De corrompidos cuerpos criminales.