Hacía poco tiempo que estaba en Toledo, cuando una monja anciana me dio a conocer el boletín nº 22 (diciembre 2006) del Siervo de Dios José Rivera. Enseguida leí algunos escritos más de él. Poco tiempo después, un matrimonio que nos visitó en nuestro locutorio comentó algo sobre D. José Rivera, con gran nostalgia de los tiempos en que les acompañaba espiritualmente.

He oído hablar varias veces de D. José Rivera, siempre en sentido positivo: que era un sacerdote ejemplar, un gran padre espiritual. Por entonces yo estaba pasándolo mal interiormente, se trataba de una prueba muy difícil. Pensé en pedirle su intercesión y puedo afirmar que de verdad he recibido dos gracias espirituales.

También un familiar mío tuvo un accidente en enero. Se quedó en estado de coma, totalmente paralizado. Recurrí nuevamente al Siervo de Dios pidiéndole la gracia de la recuperación y fui atendida.

Con mucho gusto doy mi testimonio por las gracias que recibí de Dios a través del Siervo de Dios. Para mí, D. José Rivera es un hombre de Dios, un santo que está en el cielo intercediendo por nosotros.

 

 

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