Soy Carlos Sancho Zamora, natural  de Madrid pero siempre he vivido en Toledo. Tengo 41 años y llevo dando clases de inglés en el colegio Ntra Sra de los Infantes desde 1997. Estoy soltero y vivo con mis padres en la calle Alférez Provisional, 7. D. José Rivera ha estado siempre presente en nuestra familia desde pequeños. Los padres del sacerdote y mis abuelos se conocían de siempre, luego la relación continuó con mis padres, Rafael y Sagrario, hasta el final de su vida terrenal y principio de la vida eterna. Mis tíos paternos y maternos  también le conocieron y trataron de una u otra manera, especialmente mi tía Mary Carmen que se dirigió espiritualmente con él más de veinte años y tanto bien nos hizo espiritualmente a la familia por su testimonio de vida sufrida y entregada. Igualmente conocieron a Antonio Rivera, el ángel del alcázar, del que comentó el siervo de Dios “fue una persona fundamental en su vida a la hora de descubrir el amor de Dios y su entrega por todos”.

 Mi padre fue el que más le trató personalmente pues colaboró estrechamente con él en una ayuda conjunta que tenían para los pacientes. D. José recomendaba los servicios médicos de mi padre a dirigidos suyos, y mi padre aconsejaba acudir al siervo de Dios para poder tener una ayuda espiritual aparte de la puramente psíquica y  psicológica.  Por ello era frecuente ver al siervo de Dios en casa periódicamente, cada mes más o menos y cogerle el teléfono en varias ocasiones. Recuerdo que era muy atento y educado y nos preguntaba cómo nos iba, a veces estábamos viendo algún partido de fútbol con los amigos y se interesaba por el resultado, igualmente a veces se quedaba en casa a comer o cenar,  y mi madre le ponía bastante cantidad de alimentos pues sabía de sus ayunos severos, mi madre comentaba ¡ se lo come todo ¡.

Pero aparte de esta amistad y trato personal con nuestro padre (recuerdo una vez se presentó con un libro de circo en francés que había comprado en Madrid para regalárselo así como otros de iconos) a mi me llamaba la atención como viviendo pobre y  no teniendo nada, podía sacrificarse para obsequiar a todos y saber llegar con esos detalles, ser sensibilización del amor de Dios con cada persona concreta. En cuanto al trato con él, respecto su aportación espiritual, en primer lugar, los sacramentos, a mi hermano Rafa le bautizó, y recuerdo que gustaba comentar que sus predilectos eran sus bautizados y les seguía de cerca, a mí siempre me preguntaba por mi hermano si no le veía. A mí en cambio me administró  la Primera Comunión en el Colegio de Doncellas (pues mi madre estudió cuando era niña allí) el 20 de Mayo de 1978 junto a mi prima Mariceli. Tengo que reconocer que tengo muy pocos recuerdos, nos prepararon en el colegio pero la víspera, D. José nos llamó para hablarnos del sacramento. Nos regaló una Biblia infantil y recuerdo que lo pasamos fenomenal pues nos preguntaba cosas y sabía captar  fácilmente  nuestra atención, desgraciadamente ni mi prima ni yo, nos acordamos de más detalles, sabemos por su hermana Ana María que lo pasó muy bien también con nosotros.  El, como solía hacer en estos casos, se limitó sólo a asistir a la Eucaristía y no vino al banquete, pero sin duda nos había dado el mejor regalo, el Cuerpo de Cristo en nuestras almas. Cada año suelo recordar esta fecha tan singular y también por manos de quien me vino.

En cuanto a anécdotas concretas que recuerde de Él, la primera es en una carta que escribe a mi padre pidiéndole le de unas charlas de psicología y añade “si no puedes venir manda a Carlitos que seguro no se calla “. Otra anécdota fue un día de Pentecostés que, tras la vigilia de la ciudad, Teresa Ortega le llevó en coche a su casa, íbamos los tres, al pasar por uno de los bares toledanos, comentamos qué pena daba ver a la gente con botellas en la mano, etc y él comentó “para mí la noche si que va a ser larga y gozosa pues la voy a pasar entera con el Espíritu Santo “. Otra anécdota que recuerdo es acompañar a una persona enferma conocida a su casa, en ese momento D. José no la podía atender y comentó ante la angustia de esta persona: “Dios es omnipotente “, esta persona quedó bastante tranquila, yo me di cuenta de cómo Dios actúa en personas como Rivera que con decir una frase era capaz de producir fruto. A esta misma persona, cuando se veía imposibilitada para rezar por su enfermedad psíquica, D. José le escribía en una cuartilla: “Dios me quiere infinitamente y me acepta tal como soy “, la persona lo leía varias veces y quedaba igualmente tranquila. Otra anécdota fue un comentario suyo ante mi preocupación por hacer un viaje con la familia con motivo de las bodas de plata de nuestros padres, ante mi inquietud por hacer dicho viaje y el costo que podía suponer, comentó cuando le comentaron: “la caridad con la familia está por encima de la pobreza, de modo que se vaya tranquilo y disfrute”.

  1. José sobresalía por su simpatía, alegría y sentido del humor, que es en definitiva una cualidad del amor, contagiaba entusiasmo, gozo, capacidad de disfrutar con todo y de todo, y solía provocar una sonrisa en quien le escuchaba, yo debo decir que me he reído mucho con él, ahora también cuando le escucho en las grabaciones.

Otro de los aspectos que resaltaría de D. José es su universalidad, palabra que está íntimamente relacionada con catolicidad, como todos los santos, era capaz de dejar huella en el tiempo, pasado, presente y futuro, también en cuanto al espacio, no sólo testimonió su vida a los que tenía cerca sino a otros muchos que vivían lejos de dónde habitualmente vivía. Recuerdo una vez en Londres, que la provincial de las Misioneras de la Caridad, había oído hablar de D. José, probablemente por medio del P. Christopher, y conocía detalles de su vida en cuanto su entrega generosa a los pobres, a mi me resultaba familiar y cercano D. José, estando lejos de Toledo, pero me daba cuenta del influjo de su caridad. Igualmente, el P. Benito, monje benedictino de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, tenía gran devoción por el siervo de Dios, y al morir, encontraron numerosos escritos de Rivera en su celda, así como estampas y escritos en sus devocionarios, en este caso llegaba también a los claustros de los monasterios y a otras formas de vida religiosa, era conocida también su experiencia en dar tandas de ejercicios, de ahí, que le conocieran por toda España e incluso en el extranjero, por haber impartido ejercicios espirituales.

Pero sin lugar a duda, dónde creo recibimos más del siervo de Dios, fue con motivo de la gravísima enfermedad de nuestro padre, en julio de 2004. Tras estar una semana en estado de “coma”, y con poquísimas probabilidades de sobrevivir tras una septicemia, nos encomendamos a D. José sabiendo cuánto le quería, rezamos a diario la oración de la estampa, le pusimos en la U.V.I, una gasa del siervo de Dios, y pedíamos su intercesión para su curación. Tras unos días de verdadera angustia, los médicos nos informaban de la asombrosa recuperación de nuestro padre y que “la medicina por si sóla no podía explicar la curación del paciente”. Tras hacer un informe exhaustivo y enviarlo a Roma, nos comunicaron no se consideraba milagro, nosotros aceptamos el juicio de la Iglesia, pero estamos seguros hubo un favor especial, y después de 7 años, seguimos disfrutando de la vida de nuestro padre.

Pero para terminar, quisiera comentar lo que D. José ha supuesto para mi vida espiritual a lo largo de mi vida. Aunque yo no hablé personalmente con él acerca de mi vida espiritual, sí que lo he hecho con algunos de sus discípulos y he recibido montones de gracias por su medio, sus criterios, etc. Directamente, asistí al último retiro dio en el colegio infantes en el año 1991, apenas un mes antes de morir, fue un retiro de cuaresma y recuerdo nos habló de la gravedad de la desconfianza del hombre ante la ternura omnipotente de Dios. Yo pienso que D. José vivió esta confianza ilimitada en la gracia sabiéndose habitado por la Trinidad e infinitamente amado por la ternura de Dios, de ahí que fuera cauce del amor de Dios para con todos, especialmente los pobres, en el mismo retiro nos espoleó a ser caritativos con éstos, comentó: “cuando Cristo se dirigió a sus discípulos diciendo que lo dieran todo a los pobres, no sólo habló a monjes y frailes sino a todo el mundo “. En la homilía nos habló que, “por encima de la gravedad del pecado, es aún mucho peor la desesperanza o la desgana  y desánimo, pues ahí a Dios no le dejamos que nos salve, sin embargo del pecado siempre podemos ser salvados”.

En agosto del año 1988 tuvimos un cursillo de verano en Sigüenza, no recuerdo otro cursillo como éste, sacerdotes y seglares tuvimos 10 días inolvidables de convivencia, oración y formación abundante, una de las charlas las impartió D. José sobre Bernanos, para todos supuso una gracia muy especial contar con él, sabiendo de su apretadísima agenda.

Por último, quisiera comentar la gracia enorme que supone para mí escuchar a D. José por medio de las grabaciones de que disponemos, son abundantísimas y podemos enriquecernos espiritualmente todos. Personalmente le comprendo mucho mejor así que a través de sus escritos que a veces adolecen de explicaciones sobre los mismos y nos es difícil saber descifrar exactamente lo que quieren comunicar, en las cintas el estilo es más directo, claro, ameno y resaltaría tres aspectos importantes de la vida del siervo de Dios.

 

  • D. José sabe aunar  de modo admirable la contemplación y la acción, unido a su vastísima formación literaria y teológica, te hace estar ante una persona unitaria, cohesionada, madura, muy equilibrada, directa, con un extraordinario sentido del humor y una cultura riquísima. A la hora de escucharle estás ante una persona con autoridad que, con honda experiencia de Dios y de la vida, bien se le puede aplicar el comentario de Pablo VI de la Evangelii Nuntiandi nr 41: “ El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio “
  • D. José tiene una absoluta coherencia con la lógica del evangelio, no se le puede en ningún modo tachar de exagerado o estar fuera de la realidad, todo lo contrario, se basa en la realidad continuamente, parte de ahí, y choca ciertamente, comenta:

 

“Habrá que vivir lo suficientemente bien para que me puedan admitir y lo suficientemente mal para que tengan que chocar conmigo a todas horas “

 

 

  • D. José refleja continuamente el amor del que se sabe, siente y experimenta, el amor de Dios en su vida que es el que, sin duda, le hace atreverse con todo, comenta en alguna ocasión hablando de su madre: “ el que se siente amado por su madre, se atreve con todo “.

 

Esta osadía en el hablar, pensar y actuar, le viene de su confianza y abandono en Dios Padre, de la fuerza del amor  crucificado de Jesucristo, sacrificio redentor por cada uno de todos los hombres, y del soplo del Espíritu Santo que le mueve y lleva en la barca de Pedro, la Iglesia (a la que amaba apasionadamente) por caminos de santidad.

 

Los que hemos tenido esta gracia inmerecida de conocerle de un modo u de otro, aguardamos el juicio de la Iglesia, pero ciertamente para nuestro pobre juicio, D. José es un santo del siglo XX, creo ha vivido las virtudes en grado heróico y nos ha dejado el testimonio de su vida, como la mejor herencia. Sabemos no deja de interceder desde el cielo y con sus escritos y consejos nos hace avanzar poco a poco a la meta deseada por todos, alcanzar la santidad y gozar con él de la alegría del cielo, mientras tanto, luchamos, sufrimos, incluso somos perseguidos, pero como él bien decía sobre un comentario de

Sta .Teresa “muchas cosas son más malas de pensar que de pasar” él añadía, “Dios por tanto da la gracia para lo que hemos de pasar, no para lo que hemos de pensar”, por ello, sigamos su mejor consejo testimoniado con su ejemplo, de confianza en Dios y deseos de ser santos: “lo peor es no confiar en Cristo, aquí está la base de la vida cristiana, si perseveramos en la confianza, llegamos a la santidad”.

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