No tuvimos mucho trato con el siervo de Dios José Rivera, pero sí hay un hecho que quisiéramos reseñar.

Uno de nuestros hijos, Javi, que había nacido con problemas, murió a los 5 años. En el primer aniversario de su tránsito quisimos celebrar una misa en un ámbito reducido. Don José aceptó gustoso la petición de presidirla.

Su homilía nos introdujo a todos en el cielo. No recordamos los detalles de lo que dijo y lamentamos no haberlo grabado. Pero todos salimos fuertemente impresionados y elevados; no sólo la familia, sino también amigos, vecinos y compañeros de trabajo. Percibimos que el cielo, la vida eterna, el gozo con Dios, la resurrección, son algo absoluta y rotundamente real.

Damos gracias a Dios por aquel regalo y por todo lo que indirectamente nos ha seguido dando a través del siervo de Dios.

                                 Antonio Gutiérrez y Rosalina Alonso

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