POEMA LXIV.

 

Ya estoy desarraigado. Y en medio de la gente,

Que en necio torbellino se angustia y se fatiga

En la gesta excesiva o en la mínima intriga

Yo camino ligero, ya casi todo ausente.

Y cuando cese un día, definitivamente,

El divino mandato que a la tierra me liga,

No habrá junto a mi muerte ninguna voz amiga,

Dedos sobre mis párpados, labios sobre mi frente.

Solitario camino, ágil, libre, jocundo,

Abiertos a mis ojos senderos de otro mundo,

Haciendo mi camino del Señor al Señor.

Y cuando solitario mi hombre carnal sucumba

Acaso ni siquiera me den los hombres tumba,

Más gozará mi espíritu hundido en el Amor!

 

POEMA LXV.

 

Una vez más el viaje va alcanzando su término

Va surgir el milagro para mí siempre nuevo

Otra vez a mi diestra pasará el cementerio

Allí está casi todo cuanto en el mundo tengo

Ya poco más que polvo los radicales cuerpos

que en esta tierra amada para el mundo me hicieron

Toledo se dibuja perfectamente exento

en la sombría noche con trazos de lucero

Y aunque nadie me espera. Soy yo siempre el que espera

Me adentraré gozoso en su íntimo secreto

Ya el alma se abalanza con risas a su seno

Cual corría a mi madre cuando niño pequeño.

POEMA LXVI.

 

Horas de madurez. Estupefacto

Muchedumbre de sones en deriva

escucho en unidad superlativa;

Música teologal, en ritmo exacto

Era la vana holganza pleno acto,

Muerto silencio, fue palabra viva,

cobarde entrega, robustez esquiva,

toque carnal, espiritual contacto.

Integro y solo, gigantesco arraigo

Me extiendo interminable, todo atraigo

La savia universal, que por mí sube.

Hasta el Padre que el mundo entero rige

Hasta Cristo que el mundo entero erige

Hasta el Soplo que el mundo entero incuba.

6 mayo 1969

POEMA LXVII.

 

El pulso silentísimo de la ciudad materna en sueños;

Mansísimo fluir impulsos lejanísimos e impulsos inmediatos

Que pujan en el propio latir de mi sangre despierta,

Presta a devoluciones de ternuras ignotas

A lo largo vertidas en mil gestos arcanos

Sobre mis venas, sin que nadie, sino el Padre amoroso supiera.

Percepción del vigor que salta en mi mejilla de labios debilísimos.

Yo viví en este seno que corre velocísimo hacia su corrupción espantosa.

‑Pero sólo en prenuncio de la gozosa reconstrucción eterna‑

Como vivo yo mismo en continua fluencia hacia idéntica muerte vivífica,

Como ciudad vive, en sucesión de destrucciones y reconstrucciones, de tristezas y gozos

temporales

‑Pero siempre en silencios humanos, de tal modo que dicen los tarados, los ciegos y

sordos, de sentidos no más animales:

La ciudad está muerta. Y ella es acción purísima,

Casi eterna corriente, acto altísimo, sobre la memoria y el presentimiento.

Recibiendo, sufriendo interiores acciones divinas

Que la van transformando en su ser sobre tiempo y espacio.

Tal los días maternos, que suscitan ya inanes

Las insignificantes compasiones humanas.

Porque todo se agita en susurros para el ser animal inaudibles.

Como el seno del Padre, del que nace Palabra Infinita.

Y es la Vida, de la que ellos, vivientes, no saben.

No con la muerte, de lo que alguna vez ha sido,

Sino con el no vivir absoluto de lo que nunca existe.

Porque El en fuerza de Luz es Oscuro,

Y en fuerza de vigor, imperceptible,

Y en fuerza de vida, inexistente.

Ahora que ella vive más puramente;

Ahora que dispone su seno, la morada primera de mi vida,

A una vida en que pueda darme a la luz de la Vida real,

‑Porque ya los hombres se aterran ante ella y dicen; *a punto de muerte+.

De su seno me brotan corrientes vitales que encienden mi mente

Y cual nunca la aprestan a vivir la auténtica vida.

Y no extraño que nadie en mi torno comprenda la verba

Que profieren mis labios que un día fabricara su seno de tierra;

Y que mi palabra les sea por luminosa, tinieblas,

Y que mi sentir aguzado les sea insensible.

Porque vengo de entraña materna votada al misterio,

Que acepta la muerte, y por ello me ha dado la vida;

Porque vengo de un seno Paterno, divino y eterno, que crea y recrea

Es mera actividad inconcebible, inmóvil,

El tiempo y la acción, el comienzo y las evoluciones

Y los divertimentos de los infantes e inoyentes, los pobres humanos,

Que rechazan el verbo divino que amante les traigo,

Y prefieren, alzando su cuerpo y su alma, jugar al adulto.

POEMA LXVIII.

 

Ojos que nunca más verán la tierra

A este lado del reino de la muerte

Inquieto parpadeo, todavía

En busca de perfiles humanos que os consuelen!

No lágrimas enturbien la novísima

Mirada ya naciente!

Los que os están cegando son los esplendores

De la luz del Esposo que ya viene

A iluminar su rostro no soñado

A otro lado del reino de la muerte.

Mayo 1969

POEMA LXIX.

La que fue en matinal sueño bravío

Camarada de altísima aventura,

Y en tus aras, después, ofrenda pura,

Ocio infecundo es hoy, pesado hastío.

Oscuro está su corazón y frío

De humano afán y terrenal cordura;

Porque no la ha quemado tu locura,

Porque aún no te conoce, Cristo mío!

Y Tú vas a salvarla, yo lo sé.

Y ya la sueño que otra vez avanza,

Por tu luz, tu Poder y tu Bondad,

Clara y aguda la mirada en fe,

Firme el paso y seguro, en esperanza,

Ardiente el corazón, en caridad.

 

POEMA LXX.

 

Tú lo sabes, Señor, ruego por ella,

Por esa alma celeste y dolorosa,

Que fue en el cielo deslumbrante estrella

Y fue en la tierra desmayada rosa.

Fue tantas veces rosa desmayada!

Y cuántas Tú, Señor, en su tristeza

Me diste la palabra iluminada

Que levantó en el gozo su cabeza.

Ya no tengo palabras en mi boca

Que de su horrenda angustia la rediman;

Hoy es, no más, Señor, la pobre loca

Que los hombres desprecian y lastiman.

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