Tras la proclamación de `Venerable´, D. José Rivera sale a la luz, como la luz del Evangelio, que se pone encima del candelero, para que alumbre a todos los de casa (cfr. Mt 5,15-16). A la Iglesia y a todos.

Es verdad que al final de su vida, D. José buscó especialmente el retiro y el ocultamiento y no le volvió la cara a las humillaciones. Pero Dios revela a sus elegidos y los muestra como ejemplo de su obrar divino, de la maravilla de santidad que quiere realizar en cada uno de nosotros.

Los santos son don precioso de Dios a su Iglesia y al mundo. Ellos nos descubren de manera personalísima, es decir, con su vida toda, cómo Dios ve a su Iglesia, cómo Dios conoce nuestras verdaderas necesidades y nos invita a vivir sus empeños, no los nuestros.

Los santos son “palabra profética” de Dios que nos señala con hondura de fe y gozosa seriedad el camino que Dios desea que sigamos en nuestra vida de creyentes en medio de este mundo.

¡Pero hay que saber recibir esta luz, estos dones de Dios!

Hoy no se lleva la virtud practicada en el mundo y no se practica mucho en la Iglesia. Quizás no sepamos ya qué sea virtud cristiana en medio de una sociedad que todo lo confunde, incluidos los valores cristianos.

La Iglesia nos invita a conocer e imitar las virtudes y la santidad de D. José Rivera. Pero imitar para él es comulgar con la santidad de Cristo. Imitar -enseñaba D. José- es verdadera participación en la virtud y ejemplos de Cristo, que nos alcanza a nosotros, por la oración y los sacramentos.

Imitar es mirar advertidamente y consentir con lo que ya somos en Cristo y estamos llamados a ser: SANTOS. Las virtudes son “divino regalo paterno”. Pero Dios quiere que se lo pidamos.

Imitar es tan fácil como “consentir” con Dios en nuestras vidas y tan trabajoso como necesite nuestra poda por lo mal hecho, contando siempre con la misericordia sorprendente de Dios.

“Lo mismo que en materia de dinero, y en general en cosas naturales, me sucede con la virtud. Me gusta sentirme dependiente de Él” -escribe D. José-.

Pero ¿quién quiere dejarse hacer por Dios de veras?

¡Eso es un santo!

José Luis Pérez de la Roza.

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