POEMA I.

Recuerdo mi corazón,
Potro salvaje, sin freno,
Al galope por las sendas
Sin fin de mi sentimiento.
Corazón adolescente,
Siempre como mar revuelto,
Con tempestades de penas
Y huracanes de deseos!
Hoy mi corazón )él mismo?
Es como un lago sereno,
Ya no le encrespan las penas,
Ya no soplan los anhelos;
No sé que tiene que no
Hay olas en este espejo
Que refleja el luminoso
Azul dorado del cielo.
Mas recuerdo las palabras
Que allá, en la barca de Pedro,
Al mar ordenan *reposa+
-Sosiego mandan al viento-.
Y *enmudece+ dice al viento.

POEMA II.

Ciñéronse sus brazos a mi cuello,
Su boca se aplastó contra mi boca,
Y sonó un beso, apasionado, largo,
Como un volar de tórtola…

POEMA III.

Muy corta fue tu vida, mas tan bella!
Cual una estrella que del alto cielo
Descendiera hasta el suelo,
rauda, rútila estrella
que bajara a saciar el loco anhelo
de su trovero amante.
Tu vida fue un instante
de roja gloria pura
llamarada no más de la Hermosura
que mató el suave viento
del Amor en su aliento.
Mas dichoso trocara
toda mi larga vida
con cuanto en ella brilla de ventura.
Por una hora de placer perdida,
me cuesta ya de lágrimas tan cara!
por el solo momento
de la mortal delicia
que te dio de su mano la caricia.
Y con opuesta suerte,
parada de mi vida la carrera,
su labio me besara,
yo dichoso muriera.

POEMA IV.

En la tarde cenicienta
Diluida entre brisa
Llega a mí su loca risa
Estremecida y violenta
Y la tarde se detiene
Y se detiene mi vida
A la rauda sacudida
De la risa que me adviene.
Que nada puede igualar
A la risa de su boca!
Alegre música loca
Que tanto me hace llorar!

POEMA V.

Yo también, como el poeta,
Voy haciendo mi camino
Con un sin querer divino,
Con una angustia secreta.

Me avergüenza la ilusión
Y me repugna el empeño;
Mi vida es un largo sueño
De vuelta de una pasión.

Sólo la vida atestigua
La angustia que oculta crece,
Y que tal vez aparece
Y que luego se apacigua.

Con el ansia de luz pura
Soñada y nunca sentida;
Sed de muerte presentida;
Y pesadumbre y hartura
De la vida.

POEMA VI.

Porque un día me pediste
Para ti sola un poema,
Estoy tallando una gema
Única, rútila, triste.

Trenzar para ti quisiera
Raros vocablos preciosos,
Suaves ritmos cadenciosos
En mi canción postrimera.

Dulce secreta canción,
Que a ti sola cantaría;
Que en tu corazón pondría
Entero mi corazón.

Allí quisiera expresar
De modo mi pensamiento,
Que tú al oírla, un momento,
Te pusieras a pensar.

POEMA VII.

Tristes canciones de ayer;
Poemas de adolescencia
Alumbrados por la ciencia
Temprana del padecer.

Viejas canciones de amor,
Flores mustias y sombrías,
Que brotaron otros días
De una pasión al calor.

Canciones de mi penar,
Sollozos de pobre niño
Pordiosero de un cariño
Que no le quisieron dar.

POEMA VIII.

El Sol, un único anhelo
Y una sola melodía,
Que pinta encarnado el cielo
Con sonidos de alegría.

POEMA IX.

Sí, amada mía, he venido;
No te mintió el corazón.
Alegre fui, y dolorido
Traigo el corazón partido
De vuelta de una ilusión.

POEMA X.

Mar, horror de tempestad,
Serenidad de la calma;
Símbolo vivo del alma
Entre dudas y verdad.

POEMA XI.

Niños que juegan al toro;
Sol se ve amarillear;
La ciudad, gaviota de oro
Que bebe el agua del mar.

POEMA XII.

Otoño. Las hojas caen. Las campanas
Cantan la gloria de Dios.
El mar y la tierra traen
En las alegres mañanas
Un secreto entre los dos…

POEMA XII.

Maravillosamente recuerdo aquel paisaje.
Yo aún no la quería. Mi adolescencia era
Fogosa e impaciente como un potro salvaje
En inciertos galopes por la inmensa pradera.

Crepúsculo. Las ruinas del castillo romántico
Que rigen la llanura vacía, melancólica.
Campanas invisibles en religioso cántico!
Perdidos esquilones en música bucólica!

Su juventud erguida justo a mi adolescencia.
Misterio de su cuerpo, su risa, su fragancia.
Y aquel presentimiento de recóndita ciencia
Brotando desde el fondo de mi intacta ignorancia!

POEMA XIII

Yo fui dios griego que moró en el santo
Monte que sede fue de lo infinito.
Me laudaron los sabios en su canto,
Me invocaron los pobres en su grito.

Fui gladiador de un circo de la augusta
Roma, imperial y abyecta, artista y fuerte.
Triunfé mil veces en sangrienta justa,
La plebe un día condenóme a muerte.

Fui caudillo de un pueblo de germanos,
Y al germano lancé contra al latino.
De bárbaros fui dueño y de romanos.
Caí bajo el puñal del asesino.

Fui artista florentino, conspiraba
Contra Luis o Felipe. Fui secreto
Bandido por la dama que adoraba,
Y le entregué mi vida en un soneto.

Fui soldado español, vencí en Pavía,
Triunfé en Venecia, y en Milán y en Flandes.
El mar sintió mi gloria y hallé un día
Sepultura en la cumbre de los Andes.

Fui pirata britano. El mar bravío
Atravesé, apresando galeones.
Hice del mar inmenso feudo mío,
Los reyes respetaban mis pendones.

Fui un abate filósofo y ambiguo
Del dieciocho francés. Rubias marquesas
Por mi lenguaje levemente ambiguo
Armonioso y galante fueron presas.

Soy no más un artista decadente
Que en el estrecho molde de mi verso,
Quisiera reflejar, muy siglo veinte,
La angustia y el dolor del universo.

Mas mi espíritu guarda de las formas
Pretéritas la fe de que se alcanza
A lo infinito por fijas normas
Que rige la virtud de la esperanza.

POEMA XIV.

Blanca carretera
Camino del pueblo,
Cuando yo venía
Vuelta del paseo ,
Despaciosamente
Con mis pensamientos.
Yo me rezagaba
De los compañeros.
A solas por fuera,
Con ella en mis sueños.
Con la niña de oro,
La niña del cielo,
Azules los ojos
Y rubio el cabello .
Ella no lo sabe,
Pero yo la quiero.
Y aunque no lo sepa,
Y aunque esté muy lejos,
Más lejana el alma
Que lejano el cuerpo ,
En las bellas tardes
Camino señero
Por las sendas locas
De locos recuerdos
Que el sol ilumina,
Que atizan los vientos.

POEMA XV.

En la noche iluminada
Y romántica de luna,
Hermosa como ninguna
Contemplé a mi bienamada.

En su cabeza un derroche
De luz y sombras tenía:
Los cabellos, como el día,
Los ojos, como la noche.

POEMA XVI.

Rota está la muralla de soberbia segura
Erigida en los días de la infancia lozanos
Y ya sólo me queda llorar mi desventura
Y mirar el terrible vacío de mis manos.

Yo que cantaba, nauta novicio, adolescente:
*De luchas y victorias he de llenar mis días+,
En viajes otoñales, con el rumbo a poniente,
Me encuentro ante mí mismo con las manos vacías.

Quise vencer al mundo y el mundo me ha vencido.
Domar quise la vida, y ella me subyugó;
Hoy enferma la mente y el corazón herido
La angustia saboreo que la rota dejó.

Amaba las mujeres, la Belleza adoraba,
Creaba la Poesía, con mente suave o ruda,
Y la forma venía a mí como una esclava
Que se diera a mis brazos temblorosa y desnuda.

Así mi adolescencia: con los ojos muy abiertos
Y la boca en un gesto dolorido y cansado;
Intelecto al acecho de pensamientos ciertos,
Corazón a la caza del amor columbrado.

Y hoy tan sólo el cansancio. Y el doloroso acucio:
Tornar pulcro a la vieja morada señorial!
Pero es el corazón el que está roto y sucio
Y el corazón no puede tirarse en el umbral!

Suciedad indeleble! Pretéritas locuras!
Para siempre marcado! Quién me diera volver
A la infancia lejana! Mis manos eran puras
Y mi labio era virgen de beso de mujer…

Quise ascender desnudo hasta la cumbre
Y rodé armado al fondo del abismo.

Altivo desdeñé la muchedumbre.
Su gritó levantó desde mí mismo!

POEMA XVII.

)No sabéis? La francesa que vino a España un día
De su Galia lejana, esa linda francesa
Que nos trajo su ofrenda de gracia y alegría,
Con sus ojos azules y sus labios de fresa,

Que hablaba con palabras suaves como la aurora,
Que con sonoras risas mis frases festejó,
En su tierra ignorada, yace en la tumba ahora,
Esclava de la muerte quien la vida me dio.

Fue tan sólo un momento, pasó en su vida inquieta
Ante la férrea puerta que guarda mi secreto,
Mas sus ojos azules miraron al poeta
Y él por una mirada le retornó un soneto.

Y hoy me trajo la nueva un viento sollozante:
Ha muerto la princesa que un día osaste amar!
De tu amor alejóse silente e ignorante;
No gustó tu cariño, no escuchó tu cantar!

Y yo le dije al viento: llévale la palabra
Amante y dolorida de mi vieja canción,
Y al son de mis sollozos, una tumba me labra
Para que junto a ella duerma mi corazón!

POEMA XVIII

Los pasos nocturnos por el jardín romántico!
El alma de la noche, qué poema nos teje
Cuando con soplo cálido en unidad remeje
Aromas y murmullos con mi verso y tu cántico!

De castidad de luna estaba el jardín lleno;
Pero sobre mi espíritu tu sabia reticencia
Alternativamente vertía la inocencia
De los rosales y de la adelfa el veneno.

De la fúnebre adelfa, que junto a la poesía
De nuestras manos juntas, era tan doblemente
Bella si acariciaba con su flor roja y fría
Al pasar a su lado, el rubor de tu frente!

POEMA XIX.

Oh joven doloroso que a la tierra te inclinas
Cual buscando el postrero lugar de tu reposo,
Para ti mi saludo, oh joven doloroso,
Que sientes en el alma las urgencias divinas!

Si es áspera la tierra que cansado caminas
Y del amor el árbol se te brinda sombroso
Y sus flores te ofrece, prosigue valeroso,
Para empresas más altas tu corazón afinas!

Contemplo tu cabeza, al dolor abatida,
Mil pesares sobre ella desparramó la vida,
Mas el andar humano va del Amor en pos;

En tu ambición antigua no te detenga nada,
Alza al cielo tu pobre cabeza atormentada
Y corre tus senderos con la mirada de Dios!

POEMA XX.

Desde el jardín trae el viento
De flores violento aroma;
La razón apenas doma
El rebelde sentimiento.

Con balanceos humanos,
De la luna a los fulgores,
La acacia agita sus flores
Igual que pálidas manos.

POEMA XXI

Es la noche. Nacarino
Resplandor en la terraza;
La luna, en su luz, te abraza.
Dulce momento divino!

)Recuerdas? Qué bien se oía
Aquella voz que cantaba
La copla! Que bien sonaba
En la noche que dormía!

Yo recuerdo, un vivo amor
Que era un dulce sentimiento
Empapado de dolor

Me apresó en aquel momento.
Doliente amor! El mayor
Gozo de mi pensamiento!

POEMA XXII.

Oh, no creáis jamás a los que dicen:
Vano es que el hombre contra amor resista!
No los creáis, en tanto no agonicen
Vencidos del amor, a vuestra vista.

Bien sé que no hay escudo que defienda
El corazón del dardo con que hiere,
Mas sé que el corazón en tal contienda
De padecer gozoso, nunca muere.

POEMA XXIII.

Vuelvo hasta ti, jardín, que un claro día
Partir me viste hacia región distante
Estrechando en mis brazos tierno infante
Hecho de luz, de gracia y de poesía.

Ahora regreso en esta noche fría,
(Serena el alma está), por un instante
Por traerte este cuerpo, ya expirante,
Y sembrar mi dolor en tu alegría.

Cual nuevo Abraham hice al Señor mi ofrenda;
Deja Yavé que armado el brazo tienda
Y es la mano segura, el golpe cierto.

Y no es mucho que a ti, jardín querido,
Que en tu seno mil veces lo has dormido,
Traiga hoy a reposar mi infante muerto.

POEMA XXIV.

Busqué placer y sólo hallé amargura;
La gloria perseguí y hallé el olvido;
Camino de fracasos he corrido
Por alcanzar de amor la cumbre pura.

Y juzgando engañosa la Hermosura,
Por mentira teniendo lo sabido,
La baja condición he conocido
De cuanto a sí me llama y apresura.

A la muerte llamaba, mas un día
Mi corazón hirió con sus amores
El muerto cuerpo que en la cruz pendía.

En Ti no habrá tiniebla, no habrá engaño,
Que te entregas a todos los dolores
Para salvarme a mí de todo daño.

POEMA XXV.

La gloria ambicioné de lo divino,
Las frutas de la ciencia, misteriosas,
Olí el aroma de las malas rosas
Y del ave infernal escuché el trino.

Llamóme un día Dios, troqué el camino,
Tú, alma, lo sabes, que en la paz reposas
Y del Padre las manos amorosas
Allanaron potentes mi destino.

Y el Ángel de maldad fue mi enemigo,
Combate singular trabó conmigo,
Las fieras me azuzó del universo,

Mas supe defender mi aristocracia
Con el escudo de oro de la gracia
Y la espada argentada de mi verso.

POEMA XXVI.

Qué lejos estás, amor,
Amor, de mí, cuán lejana!
Canta y llora mi dolor
En la plomiza mañana.

Tú, más ligera que el viento
Esfuerza tu anhelo y
Por acabar mi tormento
Jinete en el pensamiento
Galopa rauda hasta mí.

POEMA XXVII

Cuántas veces tus cabellos
Con mi mano acaricié,
Y cuántas, cuántas besé
Tus oscuros ojos bellos!

Cuántas gusté de tu brazo
La suave carne morena;
Cuántas sentí el alma llena
De tu amor, en el abrazo!

Pero jamás de tus labios
Exprimí el vivo licor;
Jamás supe del sabor
Que guardan tus labios sabios.

Y cuando ibas a marchar
Anhelé el rojo capullo;
Buscaba mi labio al tuyo
Y no lo pudo encontrar.

Mustia quedó el alma y triste
Sin la postrera merced.
Mis labios tienen aun sed
Del beso que no me diste.

POEMA XXVIII.

La pica de tu pasión
Hincaste con ansia loca
Para quebrantar la roca
Firme de mi corazón.

Bien puedes en tu locura
Cavar más y más en hondo;
Cuando llegues hasta el fondo
Sólo hallarás tu hermosura.

POEMA XXIX.

Yo que soñé en mi ambición
Que el mundo sería mío;
Yo que confié en el brío
De mi ardiente corazón!

Hoy atleta derribado,
Fortaleza demolida,
Con el ánima perdida,
Por su amor enajenado.

Todo por una mirada
De sus ojos traicioneros,
Que me dejaron arteros
En el corazón clavada!

POEMA XXX

En tu barca de pasión,
Oh mi pobre corazón!
Cómo bogas y te pierdes
Por ese mar de aguas verdes
Que sus claros ojos son!

POEMA XXXI

Bien sé que no me ama; su presencia
Bástale al alma para ser dichosa.
No florece el rosal, bajo los rayos
Del sol ardiente que su vida ignora?

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